En Uruguay, el día 12/10/2023, la Universidad de la República (Udelar) se declaró antirracista. Esta declaración política (re) habilita las interrogantes sobre el lugar de la academia en la construcción del poder, quiénes efectivamente acceden a estudios superiores, qué textos se estudian, quiénes enseñan y corrigen evaluaciones, en definitiva, qué significado y extensión le damos al sintagma «estudios interdisciplinarios» y qué es ser feminista y latinoamericana. Muchas de estas preguntas, aunque no encuentran respuestas definitivas ni totalizadoras, habilitan a la reflexión y a la construcción de diálogos situados.
En esta oportunidad, y en el marco de esas reflexiones de Udelar, nos adentramos en el pensamiento de Lelia González y sus nociones sobre Améfrica y el pretogués.
En la estrategia de dominación de las metrópolis europeas sobre los demás continentes, el supremacismo racista tuvo un rol preponderante, con la consiguiente internalización (por parte de los dominados) de la «superioridad blanca». Es importante la distinción entre racismo abierto y racismo por denegación que explicaba González1: el primero de ellos, más frecuente en sociedades anglosajonas, establece que la persona que tenga antepasados negros lo es también. El mestizaje es impensable (si bien el estupro siempre ocurrió) en la medida de que los blancos pretenden mantener su linaje y pureza. Pero en Latinoamérica, mucho más amerindia y amefricana, al decir de Viveros-Vigoya2 , prevaleció el racismo por denegación: teorías sobre mestizaje, integración e igualdad formal fueron las expresiones al servicio del encubrimiento.
González denunció al racismo por denegación como mecanismo solapado, sofisticado y arraigado, que se remonta a la reconquista de Iberia: «a ideologia do branqueamento (…) a crenḉa de que as classificaḉŏes e os valores do Ocidente branco săo os únicos verdadeiros e universais»3 reafirmó el carácter diaspórico y transfronterizo: «Estos descendientes han legado a lo largo y ancho del continente culturas y cosmovisiones que dan cuenta de la heterogeneidad de pueblos».
La amefricanidad ofrece una nueva orientación histórica, cultural y política; que trasciende la jerarquía: «nombrar y habitar con orgullo y placer nuestra amefricanidad, con sus mitos, historias, estéticas (…) es además un acto reparador, sanador, de esa neurosis cultural generada por la constante generación de estas genealogías en cada una de nuestras historias. Esta denegación ha afectado no solo a las personas afrodescendientes e indígenas, sino a las sociedades latinoamericanas que han sido llevadas a encubrir» ((Viveros-Vigoya (2021). Op. Cit. 57:00)).
Desde el feminismo, González4 también atestiguó las múltiples exclusiones que las mujeres amefricanas y amerindias experimentaron por ser marginadas de los movimientos étnicos y del feminista, una situación de «discriminadas entre los discriminados». Conforme Viveros–Vigoya5, sobre la mujer afro opera una reducción a tres arquetipos: madre de crianza, mulata (trabajadora sexual) y mucama. En el caso de mucama, originalmente la palabra significaba concubina, por lo que había un ocultamiento culposo de la relación extramatrimonial y mestiza.
El pretogués y su carácter ladino
Viveros–Vigoya6 indica que no solo se deben buscar supervivencias de la cultura africana, pues es una concepción evolucionista. Se debe percibir el florecimiento de su aporte.
González7 develó la presencia de las lenguas africanas en el español, el inglés, el portugués de las Américas y —asume— también el holandés de las Guyanas. Llamó «pretogués» a la marca de africanización del portugués del Brasil. La fonética de ciertas consonantes (/l/ o /r/), así como los dialectos criollos del Caribe, la presencia en la música, danzas y rituales, son un importante legado, pero con frecuencia se los minimiza.
Es interesante la referencia freudiana que introduce González7, la de objeto parcial, donde una parte es tomada como destinataria de pulsiones y deseos, sin que implique que una persona en su totalidad sea tomada como objeto de amor. Lo ejemplifica con la palabra bunda (que significa ‘trasero’, pero en su origen africano aludía a dos pueblos angoleños que hablaban la lengua bunda y ambunda). Lo mismo se puede decir de la palabra biquíni, un modismo que refiere a un objeto parcial. Tanto González7 como Viveros–Vigoya8 citan palabras de origen africano incorporadas al portugués: bunda, biquíni, mucama.
Analizamos el carácter amefricano, pero ¿qué hay de lo ladino? Ladino se refiere a «esperto; que expressa muita inteligência, esperteza, agudeza de espírito»9. Pero también es: «língua indo-europeia falada pela comunidade judaica de origem ibérica que habita regiões da Europa central e meridional»10. En definitiva, es un término polisémico que alude tanto a la experticia como al carácter diaspórico y mestizo (es decir: lingüística, política y religiosamente en las antípodas de los Reyes Católicos del siglo XV).
Esta tenacidad, al servicio de la resistencia, se encuentra referenciada en dos autoras. González7 se refiere más bien a circunstancias históricas: quilombos, revueltas y otras formas alternativas de organización social libre. Olivar Rodríguez11 destacó el aporte en el presente: «el movimiento negro afrouruguayo así como sus intelectuales vernáculos han desarrollado históricamente estrategias de resistencia, resiliencia y reproducción de la vida para trascender la colonialidad que aún hoy legitima y reproduce las inequidades raciales en las relaciones sociales cotidianas».
- González,L.(1988). A categoría político–cultural de amefricanidade.Tempo Brasileiro, Nº 92/93, 69–82. [↩]
- ICGSS Tubingen. (2021, octubre 18). Welcome «Améfrica Ladina» y decolonialidades una perspectiva crítica [Conferencia completa]. [↩]
- González, L. (1988). Op. Cit., p. 73.)