Las indisciplinadxs conversamos con Rebeca Lane hace algún tiempo. Esta entrevista agrega algunos elementos a esa conversación.
Silvia: Rebeca, ¡gracias por permitirme entrevistarte para el LL Journal!1 Es un honor compartir esta conversación y aprender de tu experiencia y tu trayectoria. Me gustaría empezar por preguntarte: ¿cómo te identificás a vos misma: ese lugar desde el que hablás, rapeás y escribís?
Rebeca: Yo soy una mujer en Guatemala, en Centroamérica, de la posguerra. Soy artista, soy cantautora, rapera, activista y mamá.
Silvia: ¿Qué significa para vos tomar la palabra desde el hip-hop? Por ejemplo, el hip-hop como lugar de enunciación o, en otras palabras, la relación de todas estas formas en las que te identificás con el hip-hop como lugar de enunciación.
Rebeca: El hip-hop en Guatemala entra en una época justamente en la posguerra en la que veníamos de varias generaciones que no se podían expresar culturalmente ni políticamente, ni artísticamente (es decir, políticamente a través del arte), porque o eran asesinados o tenían que salir al exilio. Entonces yo creo que el hip-hop entra a una generación que justamente vivimos de alguna forma esta posguerra. Y el hip-hop generacionalmente le permitió expresarse a esta generación, que veníamos de “estar entre la guerra y no”, porque los acuerdos de paz se firmaron en 1996. Entonces, en ese momento, el nivel de represión no era como en los peores años de la guerra en los ochenta, pero no traíamos -por así decir- una genealogía próxima de lo que era utilizar el arte como un medio de expresión, porque durante la guerra fueron cortadas muchas vidas y eso quitó completamente una generación de traspaso de conocimiento, de prácticas, etc.
Entonces, el hip-hop viene a una generación que no teníamos referentes de cómo expresarnos políticamente. Y cuando hablo de “expresarnos políticamente” no estoy hablando de cosas politizadas, porque el hip-hop aquí empezó mucho en los barrios. Una canción que describe “esto es lo que pasa en mi barrio; esto es lo que yo vivo” en sí misma no está explicando las razones estructurales de la pobreza y de la violencia. Pero, por ser quienes eran y desde el lugar del que estaban hablando y por lo que estaban contando, era un relato político. Claro, esto lo puede analizar uno desde fuera. Los chavos y las chavas que comenzaron a hacer hip-hop no lo pensaron como un acto político, solamente lo hacían por la necesidad de expresarse y decir. Sobretodo porque quienes empezaron a hacer rap y hip-hop en Ciudad de Guatemala son jóvenes que vienen de asentamientos, que son lugares en los márgenes de la ciudad; no quedan en las afueras. Ciudad de Guatemala es un valle con muchos barrancos, a 1500 metros. Entonces, muchos de estos asentamientos se han hecho en estas laderas. Así que queda entre la ciudad. Y son asentamientos que se fueron formando por gente que huyó hacia la ciudad, ya sea por la guerra o por un terremoto que hubo en 1976 que fue muy devastador para todo el país. También por pobreza, la falta de trabajo, por todo lo que generó la guerra, no solo la violencia. Entonces esta juventud fue la que empezó a hablar y manifestarse a través del hip-hop.
Yo entro en contacto con el hip-hop ya siendo activista, ya teniendo práctica política. Yo estaba mucho en el activismo antiimperialista y activismo por la memoria histórica. Y me topo con el hip-hop en Ciudad de Guatemala, y ahí es donde empiezo a participar de la cultura. En mi caso particular, ya escuchaba rap en inglés o había escuchado, de repente en la radio o en la tele, pero no sentía ninguna vinculación conmigo, con mi vida. Para mí era cualquier otro ritmo que yo podía escuchar, hasta que escuché rap en español. Y justamente el rap que empecé a escuchar yo en español era rap de Actitud María Marta, Makiza, o Reporte Ilegal, que era rap político. Eso fue lo que a mí me enganchó: decir, wow esa música está hablando de lo que nosotros estamos luchando en las calles. De repente para mí ahí fue el vínculo y ahí fue como yo empecé a posicionarme en el hip-hop. Pero nunca fue como “ah quiero hacer activismo a través de la música”, sino que fue “quiero hablar, quiero dar mi opinión, quiero decir quién soy, quiero expresarme”.
Silvia: Tu rap es variadísimo en cuestión de temas: lo histórico, lo político, la identidad de nuestra región centroamerica, incluso. Sin embargo, me quiero centrar un momento en la cuestión de ser rapera feminista, porque tomar la palabra en el rap para las mujeres es particular por las maneras en que muchas veces se estructura la voz (el yo) de una manera un poco patriarcal, con la idea de pelear con el otro para crear una identidad en rap. La otra razón por la que me quiero centrar en esto es que tu música un impacto muy grande en toda la región latinoamericana e incluso fuera de ella, como en Alemania, Italia, y otros países. Por eso me gustaría preguntarte, como rapera feminista, ¿cuáles son los retos que enfrentás? Especialmente los más recientes, como ser una rapera que también está maternando, que está pasando por la experiencia de ser mamá.
Rebeca: Fijate que yo no empecé haciendo rap feminista. Cuando yo empecé a hacer rap, yo hacía rap y me consideraba parte de la cultura hip-hop: yo lo hacía siendo parte de la cultura hip-hop, no siendo feminista queriendo ser hip-hop. Yo creo que esto es importante decirlo porque sí hay nuevas generaciones que sí, ya son feministas que quieren hacer rap, porque ya encontraron en el rap un espacio de enunciación feminista. Pero muchas de las que empezamos aquí en Ciudad de Guatemala y que quizá ya manejamos algún tipo de discurso feminista, nuestra intencionalidad no era hacer rap feminista. Lo que pasa es que el contexto nos hizo tener que posicionarnos como feministas. Yo me recuerdo que cuando yo empecé a rapear éramos varias mujeres las que estábamos, en 2012. Y cuando empezamos a rapear, en la escena hip-hop nos empezaron a decir “ellas son raperas femeninas”, y a mí eso me molestaba mucho.
En ese momento mi formación feminista era… no sabía mucho, no conocía mucho. Nada más sabía que era feminista, pero no tenía formación en qué era feminismo. Entonces a mí no me gustaba que nos pusieran esa etiqueta porque era, de alguna forma, decir que éramos algo “aparte” de la cultura hip-hop, es decir, “esto es hip-hop y ustedes son otra cosa”. Y además, no solo nos separaba de la escena hip-hop en su totalidad, sino que también nos ponía a competir entre nosotras, porque decían “ella es la mejor de las raperas mujeres”, y otros decían “no es ella, es esta otra”. Y muchas de nosotras éramos mejores que los raperos que estaban en ese momento, pero nos ponían a competir entre nosotras. Era la incapacidad de ellos de decir “esta chava es mejor que todos nosotros”, “esta chava está haciendo bien su carrera”… entonces, te ponían a competir entre las mujeres. Y ahí, yo escribo esta canción de Bandera Negra que dice “mi rap no es femenino, solo feminista” y a partir de eso, me empezaron a identificar a mí como rapera feminista. Pero, yo lo hice como un juego de palabras. No es que yo haya tenido la intención de que fuera un rap feminista.
Y yo creo que con los años los retos han ido cambiando definitivamente. Empecé a hacer música hace 10 años…
Y sobre la maternidad, te voy a decir algo, en la escena hip-hop hay menos conflicto entre maternidad y hip-hop que entre feminismo y maternidad. Aunque, sí lo voy a decir, hay muchas mujeres dentro de la cultura hip-hop, por ejemplo, que tienen alguna pareja.. son b-boy o b-girl, raperos, raperas, que se vuelven pareja y, normalmente, cuando se enfrentan a la maternidad quienes abandonan la carrera o su espacio dentro del hip-hop son las mujeres; y los papás siguen participando del hip-hop. No es en todos los casos, pero sí creo que en el hip-hop la discusión acerca de la maternidad no es tan problemática como lo es en el feminismo. Hay muchas compas que son madres o son padres en la cultura hip-hop y que ejercen su paternidad y su maternidad. Tu ves a la gente con sus niños pequeñitos en los eventos y no hay ningún tipo de problema, porque no hay este tipo de discusiones. Pero en el feminismo sí.
Y yo quiero aclarar esto porque mi público no es hip-hop, es feminista. Son mujeres. Entonces, aunque yo haga rap, mi principal público no es gente que conozca y que sepa de la cultura del hip-hop o que esté empapada de esa cultura. Ese porcentaje de público hip-hop que tengo es el minoritario. La mayoría de gente que me escucha lo hace o porque es feminista o porque es parte de algún movimiento social, o un movimiento de derechos humanos o es activista, pero no es parte del movimiento de la cutura hip-hop. Y definitivamente ahora estamos viviendo un momento muy duro porque este es el primer año después de la pandemia en el que he podido volver a trabajar, pero sumado a esto, pues ya soy mamá. Entonces, me estoy topando con que ya se pueden hacer eventos, ya se puede viajar, ya puedo empezar a hacer giras, ya se puede empezar a hacer cosas… pero ahora tengo una responsabilidad más importante, que es la maternidad, que es el bien de mi bebé.
Eso complica mucho las cosas, porque yo creo que dentro del feminismo no hay una intencionalidad de acompañamiento con las maternidades. Es un tema que no se habla; es un tema que no se posiciona como parte de la agenda feminista. Es decir, por ejemplo tenemos clarísimo que el derecho a decidir, el acceso a practicarse una interrupción de embarazo o aborto es parte importante de la agenda feminista. Pero si una mujer decide ser mamá, hay mucho conflicto dentro del feminismo. Porque hay desde las posiciones antimaternales, que son maternofóbicas abiertamente, que dicen “ah no bueno, ya estas mujeres son parte del sistema patriarcal, ya eligieron…”, como que ya hubieras elegido la sumisión, entonces bueno “ellas ya no nos importan, ellas ya que vean qué hicieron”. Y hasta hay quienes se relacionan desde la ignorancia del tipo de acompañamiento que las maternidades necesitan para poder participar en espacios feministas. Y también una falta de preocupación acerca de las grandes violencias y opresiones a las que una se empieza a enfrentar en la maternidad. Yo incluso no las conocía hasta que me tocó ser mamá. Es decir, cuando digo esto también hablo de mí misma.
Es decir, yo todo este tiempo antes, cuando he sido activista feminista, la verdad es que la maternidad nunca me había interesado, nunca me había importado, y nunca había sido un tema de preocupación colectiva en los espacios en los que yo participé. Entonces ahora sí que entiendo mucho más a mis compañeras que son mamás y cómo ellas decían que ellas no se sentían bienvenidas en el feminismo. Y ahora que me toca a mí digo “ah pues ya entiendo porqué”, ahora sí ya sé porqué las mamás no se sienten bienvenidas en el feminismo.
Silvia: Gracias, realmente es un tema super importante para traer a los feminismos, el de respetar la maternidad y también de acompañarla. Ahora quisiera volver al lugar desde el que nos hablas, Guatemala, y también tu historia como mujer en Guatemala. A partir de esto, me gustaría preguntarte desde tu perspectiva, ¿cuál es la relación entre voz, cuerpo y territorio?
Rebeca: Una cosa importante que las feministas comunitarias en Guatemala nos han compartido muy generosamente es su posicionamiento político de que el cuerpo es un territorio también. Es decir, está el territorio como lo entendemos, este territorio colectivo que habitamos, pero el cuerpo también como un territorio. Y, en este sentido, es un territorio que está en disputa constatemente. Y creo que es un territorio en disputa no solo por el patriarcado, sino también por el adultocentrismo, por el capitalismo, por la colonialidad. Es decir, porque no solo los cuerpos de las mujeres están en disputa. Claro, yo identificada como mujer puedo decir, “mi ser mujer está en disputa”, pero digamos, hay muchas más variables. Por ejemplo, ahora que estoy en crianza me doy cuenta de que la niñez, las infancias, tampoco son dueñas de su cuerpo; normalmente son los adultos los que deciden qué es lo que pasa con los cuerpos de los niños, aún cuando la niñez ya tiene la capacidad de enunciar qué es lo que quiere y qué es lo que no, verdad. Yo te lo juro que mi bebé tiene ahora seis meses y ella me hace saber qué es lo que quiere y qué no, a pesar que todavía no puede hablar. Entonces la niñez, las infancias, su cuerpo no es su territorio tampoco, es el territorio de los adultos que no saben respetar o acompañar.
Hablemos de los pueblos originarios o pueblos mestizos también, a los que no solo hay un despojo territorial, sino también hay un despojo cultural. Sobre todo los pueblos originarios y pueblos afrodecendientes de la región, hay un despojo cultural, hay un racismo en toda América Latina, el mestizaje como política de desindigenización también nos habla de que son cuerpos que tampoco son autónomos o son soberanos. El capitalismo, el hecho de que haya personas que se tengan que ir a una fábrica durante 16 horas, para poder ganar menos del salario mínimo, nos habla de que no hay autonomía, de que no hay territorio, porque su cuerpo está al servicio del capital. Entonces, creo que el hip-hop tiene algo que es muy interesante y es hablar en primera persona. Es decir, “yo soy”. Y que inclusive la mayoría, que hacemos rap a un nivel más underground, escribimos nuestra propia música. Verdad esto de que diez personas te escriban una canción solo pasa ya a nivel de artistas que son parte de la industria musical y que son un producto. Pero desde el hip-hop underground, el hip-hop de calle, el hip-hop de base es un rap que habla en primera persona. O sea, las canciones de rap, tú como rapera o como rapero puedes sacar diez canciones y quizá una canción puede ser sobre algo que ves fuera de ti, pero aún eso que tú ves lo estás pasando por tu propia experiencia. Pero la mayoría de canciones son “yo soy”, “yo estoy”, “yo digo”, “a mí me pasó”, “yo pienso”. Y eso permite, creo yo, emitir la voz desde ese territorio en disputa que es el cuerpo.
Y yo creo por eso muchas mujeres hemos encontrado en el hip-hop la posibilidad de elaborar un testimonio que forma parte de lo que el feminismo reclama, que es hablar de nosotras mismas, hablar de las violencias que nos atraviesan. Hacer reflexiones que pasen por la autonomía, los cuerpos, la emancipación también. Entonces yo creo que eso es lo maravilloso del hip-hop que yo siento que otros géneros musicales no dan la posibilidad, versus el hip-hop que te permite elaborar este relato en primera voz, porque es poético. El relato del hip-hop es poético. Entonces decir, “yo soy, esto me está pasando…” permite darle voz a esos territorios en disputa, que tenemos todo el tiempo.
Yo diría quizá que el único cuerpo que no está en disputa quizá es el del hombre blanco heterosexual dueño de capital. Pero aún así podríamos discutir que incluso una persona tan enajenada de sí misma no sé si se puede llamar soberana de su cuerpo. Porque una persona que está dispuesta a pasar sobre territorios, que está dispuesta a vender la vida, que está dispuesta a violentar en función del capital, no creo que sea tampoco una persona muy dueña de sí misma, sino que está absolutamente alienada por el poder, por el dinero, por todo eso.
Silvia: Y pensando en lo que significa para vos ser guatemalteca, centroamericana (una región que compartimos al yo ser costarricense), y pensando más en el Triángulo Norte… ¿cómo describirías tu experiencia cuando venís a Estados Unidos o cuando te vas a otros territorios a donde migran las comunidades de nuestra región u otras comunidades latinas?
Rebeca: Es una experiencia compleja, porque yo siento que en primer lugar siempre hay un elemento como de exotización. Y que eso es algo que me topé estando fuera, no estando acá. Porque yo acá soy unan persona mestiza como muchas más, no soy particularmente distinta a lo que se espera que una persona mestiza-ladina-urbana sea. Mientras que, en territorios del norte, normalmente quienes tienen la posibilidad de mover recursos o de llevar artistas de otros lugares son personas blancas o personas de esos países. Entonces yo sí he sentido mucho que hay como esa exotización, de “ahí viene esta chava que es morena que trabaja experiencia distinta”, y es como extraño estar en foros, en conversatorios, y sentir que, por ejemplo, la gente que va es como “uff la verdad es que uno nunca sabe, nunca agradece lo que tiene, pero gracias a escuchar la desgracia de país de donde venís, pues me doy cuenta de que yo no estoy tan mal”. Y claro, eso siempre es como bastante molesto, pues es como si fueras alguien que les ayuda a reafirmar que su vida es maravillosa.
Y claro, está la disyuntiva de decir… por ejemplo en España pasa mucho… que haya muchas feministas aplaudiendo lo que yo digo en el escenario porque soy Rebeca Lane, pero a las compañeras racializadas que están en ese territorio, que están denunciando lo mismo que yo estoy denunciando en mis letras, las anulan. No las escuchan, y directamente les piden que se callen. Por ejemplo en el 8M el bloque de mujeres racializadas es un bloque al que callan, directamente. Al que violentan dentro de las marchas del 8M. Porque dicen que las mujeres están llegando a dividir, cuando ellas les dicen “oyen tú, mujer blanca que estás aquí pidiendo que acabe el machismo, tú sos racista conmigo”. Entonces, también es como esa onda de pensar cómo puede ser que tú puedes aplaudirle a una artista arriba de un escenario, pero no puedes respetar a una compañera que está hablando lo mismo que la otra está diciendo en el escenario, pero en un espacio de asamblea, en un espacio de marcha.
Entonces eso es complejo también. Porque el estar sobre un escenario te posiciona, de alguna forma, en una posición de privilegio respecto a los discursos y prácticas políticas que las compañeras de otros contextos, de otros territorios, están luchando ahí mismo. Entonces, a veces sí me siento como en un espectáculo. El espectáculo de “esta chava que viene de un lugar tan violento y tan horrible y a pesar de eso hace música y hace arte”. Pero también para mí es una posibilidad para recuperar los recursos, recuperar el oro dicen las amigas (risas). Decir: “bueno, estos recursos y este oro que tiene esta gente aquí yo merezco llevármelos de vuelta a mi país y poder no solo vivir, sino también reinventir en hacer más arte”. Porque es gente que tiene la capacidad de pagarme muy bien.
Y bueno, además de eso, es una oportunidad muy bonita de llegar a los territorios. Digamos, por ejemplo, a pesar de la invisibilización que se da contra los discursos de estas compañeras en la vida cotidiana o espacios activistas, para ellas sí que es muy importante que alguien se suba a un escenario y diga estas cosas. Verdad, también es un espacio que permite que compañeros, compañeras, compañeres de otros territorios se puedan sentir en representación cuando una persona en ese contexto racializado pueda elaborar un discurso político que precisamente apoya mucho lo que ellas están hablando en el activismo. Entonces digamos creo yo que por otra parte es un espacio muy lindo en el que se convoca gente que quiere ir a escuchar eso, porque necesita, dentro de ese contexto de blanquitud, tener un espacio de una fiesta, un espacio de un concierto donde sienten que las canciones y que los temas que se hablan les representan.
Entonces también ha sido muy lindo… Quizá en el lado de Nueva York se da menos, pero cuando voy tipo California, hay mucha gente de Centroamérica que llega a los eventos, muchísima gente de Centroamérica. Y, por ejemplo, una vez fui a una universidad y llegó un grupo de estudiantes de secundaria que me llevaba cartas, todos me hicieron cartas (ahí las tengo guardadas) agradeciendo que yo hablara de esos temas, porque por ejemplo con sus familias no querían hablar acerca de la guerra, no querían hablar sobre su territorio tampoco. Porque ciertamente muchas personas que migran llevan muchas heridas. Y a mí me tocó con mi familia aquí incluso, dar la lucha para que me contaran qué fue lo que pasó. Entonces me imagino que también, para estos niños y niñas, que además crecen en un espacio aislado, porque van al norte y no tienen otros referentes cerca para decir “por favor cuéntemente qué guerra pasó en mi territorio, porqué estamos acá…” y se encuentran con ese silencio en sus familias. No tienen otro espacio al cual llegar a hablarlo. Mientras que aquí por ejempo quizá las familias no hablaban, pero tu quizá podías encontrar dónde estaba la gente que estaba hablando también de estos temas. Entonces yo creo que es muy bonito también poder llegar a otros territorios donde hay necesidades de escuchar qué es lo que pasa en aquel territorio donde papá y mamá nacieron. Verdad, porque “yo ya nací acá, pero no me tratan como si fuera de acá, me tratan como si fuera de allá”. Ahí de verdad como dice Gloria Anzaldúa, “ni de aquí ni de allá”. O sea, no son de ningún territorio, porque allá no son considerados gringos y aquí no son considerados guatemaltecos o centroamericanos. Entonces eso también ha sido muy bonito. Pensar la música y pensar en cómo llevarla a esos espacios también es un apoyo emocional para las personas que tienen que estar en ese contexto de blanquitud constatemente.
Silvia: Me gustaría, ahora que mencionaste a Anzaldúa, preguntarte si hay alguna diferencia para vos en ser mestiza en Centroamérica, desde Centroamérica, y lo que propone ella sobre ser mestiza en Estados Unidos.
Rebeca: Sí, es completamente diferente, es quizá como te comentaba antes. Yo como mestiza aquí en Guatemala no soy racializada, yo no soy objeto de racismo. Yo no vivo el racismo estructural. Mientras que yo, insertada en otros contextos, sí soy una mujer racializada. Y si me tocara que vivir y migrar ahí, probablemente me tocaría que vivir muchas de las opresiones y del racismo estructural que está allá. Yo eso lo descubrí viajando. Porque claro, yo venía de un contexto en el que, al ser mestiza, soy la identidad racial dominante en el contexto y luego moverme a otro territorio y ver que “wow aquí se me trata diferente y a la gente que es como yo se le trata diferente, no tiene los mismos derechos”. Claro una cosa es llegar como turista y a cantar dos-tres conciertos, que quizá me tocan ciertos episodios de discriminación, pero no me toca que enfrentar el racismo estructural, porque no me toca tramitar papeles, no me toca tener que ir al sistema de salud público. Es decir, un montón de cosas que la gente que sí migra allá tiene que atravesar. Es decir, es muy distinta la experiencia de llegar a cantar e irte. Entonces, yo sí creo que el discurso de Anzandúa es un discurso situado en el contexto fronterizo, incluso en aquellos años…
Porque incluso cuando yo encontré el discurso de Anzaldúa estaba muy fascinada con eso, y de ahí escribí la canción de Alma Mestiza. Pero claro, leyendo estos libros, ella toma como referencia a Vasconcelos… Y claro, Vasconcelos hoy en día ya nos damos cuenta de que es una lectura bastante racista. Entonces yo creo que también hay mucha gente que dice “bueno Anzaldúa es racista, que es no sé cuanto…”, pero yo creo que hay que situarla en el momento en que ella escribió esos textos y la necesidad que había de articular de alguna forma ese discurso del mestizaje y de la frontera, pero que aplicó para su contexto en ese momento, que ahora yo creo que ya hay muchas más revisiones sobre lo que Anzaldúa ha planteado, que ya tienen una mirada más antiracista. Con mayor profundidad que la que Anzaldúa en su momento propuso.
Silvia: Finalmente, quería preguntarte qué consejos nos darías desde tu experiencia con lo comunitario en general, y desde el hip-hop particularmente, para buscar nuevos modos de hacer, de pensar y de escuchar desde la academia. Pensando en la gente que estudia nuestra región desde el Norte Global y también para quienes lo estudiamos desde cualquier lugar, porque estar en la academia siempre implica un espacio hegemónico, y estas experiencias que pudieras regalarnos las agradezco muchísimo.
Rebeca: Bueno, mirá. Yo esto siempre lo digo cuando estoy ahí a cabal en eventos llenos de gente blanca, y es que no tienen que atravesarse el océano o el continente para irse a buscar la opresión a otro lado, o sea para ir a buscar ese “otro, salvaje, exótico que no tiene lo que yo tengo y que yo le voy a dar voz a través de mi artículo, de mi tesis, de lo que sea”. Yo creo que dentro de los mismos territorios, y eso aplica para nosotros como mestizos viviendo acá en la región, desde las ciencias sociales siempre se busca “bueno, hablamos de pueblos indígenas” y nos vamos a pueblos indígenas a hacer investigación, cuando podemos hablar también desde nuestro propio lugar de enunciación. Es que nosotres también estamos racializades, lo que pasa es que nuestra racialización en nuestro contexto significa otra cosa.
Por ejemplo si yo quisiera estudiar ser mestiza aquí tendría otros matices muy distintos que si me tocara estudiar qué es ser una mujer centroamericana mestiza en Estados Unidos o en Europa. Realmente es una invitación también: ¿porqué siempre exotizar al otro y hablar del otro, cuando se puede hablar de sí mismo y ver qué es lo que yo tengo aquí al lado? Es decir, mucha de esta gente que dice “ah es que yo quiero ir a hacer una investigación a aquel país”, dentro de su mismo territorio podría decir “bueno, ¿dónde está la gente de ese territorio que yo quiero ir a visitar?”. Por ejemplo, “quiero ir a Guatemala a estudiar las comunidades indígenas”. Bueno, en Estados Unidos hay comunidades indígenas que están trabajando, que tienen condiciones de trabajo en la ilegalidad, de explotación, etc… Entonces muchas veces la gente cree que tiene que ir a otro lugar, atravesar el continente para encontrarse con la otredad, cuando realmente mucha de la gente que necesita solidaridad, que necesita que tú te enfrentés a estas cosas está al lado tuyo. Es la persona que hace la limpieza en tu casa, es la persona que no recibe sus papeles, su residencia, son las personas que están el frontera, son los first-nation allá en Estados Unidos que también son atravesadas por dinámicas distintas a las de los pueblos acá, pero también con muchas opresiones, mucha discriminación y mucho racismo.
Y estas reflexiones que digo no es algo que a mí se me haya ocurrido, sino que son muchas de las reflexiones que sobre todo mujeres de pueblos originarios que están en la academia nos lanzan a nosotras: “dejen de venir a estudiarnos, estúdiense ustedes, estudien qué significa ser ustedes”. Sí, nosotros aquí… yo como ladina en este contexto: ¿qué es ser ladina?, ¿qué es ser parte del grupo que racialmente está en superioridad en mi contexto? Entonces la invitación es esa. No tenés que ir a un pueblito ahí a tomarte fotos con los niños, a decir, “ah me encantaría adoptar a estos niños”, es decir, toda esa exotización del otro que se da. La gente misma de la academia puede empezar a desgranar “¿quién soy yo?”, “¿qué es ser yo?”, “¿qué es ser de Estados Unidos, qué significa las dinámicas de poder y de privilegio en las que yo participo?. Yo creo que eso hace mucha falta también.
Silvia: Muchas gracias por esta entrevista y por tu tiempo.
- Esta entrevista fue publicada originalmente en el LL Journal Volumen 17 [↩]
Autorxs
Silvia es estudiante del doctorado en Latin American, Iberian and Latino Cultures en The Graduate Center (CUNY). Cursó el certificado en Interactive Technology and Pedagogy en la misma institución. Tiene una Maestría en Lingüística y un Bachillerato en Filología Española, ambos por la Universidad de Costa Rica. También se dedica a la narrativa visual y la ilustración.