Empezamos por conocer a Sofía De Mauro, quien trabaja en la Universidad de Córdoba (Argentina) en la comisión de uso inclusivo de la lengua. Nos comenta que hacen diversas actividades al respecto y nos compartirá un video de la facultad.
Partimos de la discusión de presidenta, -ta, -ta. Para esta semana leímos dos textos. Primero, un texto de 1916 publicado en el boletín oficial de la Real Academia Española por Juan Moneva y Puyol, en el cual se pregunta por los usos de morfemas para marcar el femenino de las profesiones e incluye una defensa de “presidenta”; luego, un texto de José Luis Aliaga que recupera e historiza una moción de Moneva y Puyol sobre el mismo tema para la RAE en 1929. Finalmente, retomamos el capítulo 7 del libro De mujeres, palabras y alfileres, de Yadira Calvo.
Sobre el texto de 1916, Ernesto nos comenta que se enteró de la existencia del texto por medio de Uwe Kjaer Nissen en un texto sobre “Español tradición e innovación”. Nos interesa relacionar el texto de Moneva y Puyol con el presente, por lo cual partimos de un video de Argentina:
Paula nos comenta que la situación del video tuvo muchas repercusiones. Cristina Fernández pidió que se le llamara presidenta y trató de construir un ethos femenino: ella se refería mucho al tema de ser “la primera mujer que…”.
Norma señala que el tema se siguió discutiendo. Pone de ejemplo un titular que señalaba “Cristina tenía razón”, escrito a partir de la idea de que el diccionario sí incluye la forma “presidenta” y el hecho de que en la RAE ya existía esta forma desde 1803. Sin embargo, Norma también señala la contradicción de que a Cristina le gusta que se refieran a ella empleando también el apellido de su difunto esposo, es decir, “Fernández de Kirchner”.
Además, Norma nos cuenta que también durante sus dos periodos presidenciales se le seguía diciendo “presidente”. Posteriormente, Gabriela Michetti se refería a sí misma como “vicepresidente”.
Según Sofía, “cuán feminista o no es Cristina es otro terreno”, pero sí el presidenta,-ta, -ta habla de su autorrepresentación.
Ernesto nos cuenta que en Perú Keiko Fujimori (en su candidatura) utilizó presidente. Nos pregunta por la situación en otros lugares hispanohablantes.
Para el caso de Costa Rica, el país tuvo una presidenta, Laura Chinchilla. Silvia y Lara concuerdan en que no hubo polémica en llamarla presidenta; en cambio sí ha habido resistencia con formas como miembra y fiscala.
Para Colombia, Brayan señala que en muchos espacios se asume el masculino como “que no se puede cambiar”. Pone de ejemplo “juez” que se emplea tanto para mujeres como para hombres.
En esta misma línea, Mariana nos cuenta que en México nunca ha habido una presidenta de la república, pero que sí hubo una candidata a la presidencia que se autodenominaba en femenino, Marichuy Patricio. También nos cuenta que, en el ámbito de justicia, se mantienen las formas masculinas de las profesiones; nos da el ejemplo de “jueza” y “magistrada”, que se usan solo cuando la persona hace una petición personal.
Para Uruguay, Cecilia nos cuenta que en cargos menores no se cuestiona el uso del femenino, pero sí en cargos mayores, tales como vicepresidenta e intendenta; eso sí, señala que “no es demasiado el revuelo”. Verónica añade que hay posicionamientos políticos partidarios que se marcan en la manera en que se hacen denominar quienes ejercen un cargo y pone de ejemplo que dos mujeres en el mismo cargo se hacen llamar distinto según se alinean políticamente: intendenta en Montevideo vs intendente en Valleja.
Actualmente en dicho país hay una vicepresidenta, en un partido conservador, pero ella se autodenomina feminista. Eso causa grandes preguntas: lo que suponíamos al inicio de nuestras conversaciones del círculo de lingüística feminista se cuestiona; nos cambia la mirada.
En relación con las reflexiones previas, Lara señala “Que seás mujer en el poder no significa que seás ni feminista, ni sorora, ni solidaria de alguna manera con la situación de las mujeres. No sólo nuestra presidenta, sino también no sé si recuerdan a Victoria Kent y su conflicto vs Clara Campoamor, y también la misma reina Victoria. Lo menciono por lo que dijo Silvia de la ex presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla”.
Sofía pregunta si se ha recepcionado el debate de Argentina en Uruguay. Cecilia responde que sí.
Mariana amplia para el caso de México, señalando el uso de “presidenta” del Congreso Extraordinario de Morena. Nos dice que “Una mujer dirigía el partido mayoritario hasta hace poco. Ella se autodenomina presidenta del partido y los medios de comunicación también se refieren a ella como presidenta”.
Lara amplía señalando que en Costa Rica “Tenemos también en este momento una vicepresidenta Epsy Campbell”, quien “se convirtió en la primera vicepresidenta afrolatina del país y en la segunda del continente americano tras Viola Burnham”. Silvia concuerda con Lara en que no ha habido discusión en denominarla vicepresidenta.
Dice Norma que siempre le ha causado urticaria la reacción contra la forma femenina. Le cuesta más a una mujer que la reconozcan. Nos cuenta el caso de Stella Martínez de Perón (sic) a quien se referían como “la presidente”.
También nos cuenta de un club argentino en que tuvieron que cambiar su reglamento pues se asumía que los presidentes solo podrían ser hombres. Los debates se dan por mujeres que llegan al poder. Además, como periodista nos cuenta que ha sido un lío incluir presidenta en los medios de comunicación.
100 años y seguimos discutiendo por lo mismo. Lara habla de la “misoginia patológica”: para ella “está relacionado con en el texto de Aliaga, con la Real Orden del 2 setiembre del 1910, cuando se levantan las restricciones para que las mujeres puedan optar por estudiar y titularse: no nos perdonan a las mujeres que estudiemos y tengamos profesión”. Dice Lara: “Va más allá de lo lingüístico a veces me parece un odio heredado, pues hasta el día de hoy no saben las personas por qué les molesta el término presidenta (o los otros), es algo que viene de muy atrás”.
Volvemos al texto de Moneva y Puyol, nos fijamos primero en su biografía por la Academia de la Historia. Silvia presenta la diferencia del texto de Moneva y Puyol de 1916 y el de 1929 (que aparece en el artículo de Aliaga). Particularmente llama la atención el hecho de que quienes defendían las formas femeninas cambiaran a la inclusión de más formas femeninas conforme avanzan los años, tal como lo reseña Aliaga.
Para Paula, un detalle que llama la atención en el texto de 1916 es el término “modisto” y se pregunta si sería como un “desprestigio”. Además, señala que el texto de 1929 se habla del “masculino de prestigio”. Para ella este uso sigue muy presente en varios ámbitos y círculos; pone de ejemplo el ámbito militar con “la cabo”.
Brayan en ambos textos notó el tema del sufragio femenino. Nos dice que en Colombia este derecho data de 1954, pero en España el sufragio femenino fue legal aproximadamente en 1934 (en todo caso, en una fecha posterior a los textos). Para él, las propuestas de los textos “es como que dan oportunidad de ser nombradas, pero no de reconocerlas como personas”. También se pregunta por el significado del masculino en ese contexto: “¿hay negros y morenos?”. La pelea, según él, va por la disputa de la existencia de sujetos.
A esto Paula responde que en Moneva y Puyol -dice- el uso del masculino hace referencia a una clase social: las mujeres lo usan como marca de prestigio. Silvia retoma la idea de que sí se nombra a las mujeres, pero no se les da un lugar político.
Verónica comenta que, en Uruguay, las escuelas públicas tienen una comisión fomento, integrada por personas de la comunidad, particularmente familiares del estudiantado. En dicho contexto, nos cuenta, es común escuchar presidenta; parece que cuando molestó fue cuando llegó al poder una mujer: la norma aparece en el poder.
Para Cecilia, cuanto más alto es el cargo más se cuestiona el uso de la forma en femenino. Es decir, en una organización de barrio (como la comisión fomento) no se cuestiona, pero sí en la intendencia y la presidencia.
Silvia rescata que la riqueza del círculo es poder tomar estos textos y relacionarlos colectivamente con el presente y tantas latitudes distintas. Además, tenemos el hecho de que en la conversación vemos la complejidad del tema.
En esta línea de inclusión/exclusión, Ernesto trae a colación el ejemplo de Estados Unidos que en la constitución dice: «All men are created equal”, pero no incluía más que al 20% de hombres genéticos del momento en que se declaró esto. Lara lo apoya: “Claro Ernesto siguiendo con esta idea por acá algo parecido se da con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la revolución francesa con Olympia de Gauges”.
Mariana nos comparte un fragmento del libro Ni por favor ni por favora... Dice que la autora habla de Gauges, y que “la verdadera ilustrada” era ella, por tener una visión más ampla de humanidad.
Al respecto, Ernesto nos recuerda que muchos filólogos eran también políticos. Además, vemos relaciones de la gramática como norma o ley. (De esto se pueden ver ejemplos en los trabajos glotopolíticos que estudian el español).
En este punto, Silvia propone retomar preguntas que surgieron con Yásnaya; es decir, preguntas que nos mueven también a nuestro rol glotopolítico como participantes en procesos. Mariana pone el ejemplo de cómo en el rol de traductora jurídica puede neutralizar el discurso de derecha.
Paula apunta varias preocupaciones: ¿cómo articular con la vida real? ¿Cómo investigar pensando en el efecto que puede llegar a tener nuestro trabajo? (en función de cambiar algo). ¿Qué podemos hacer más allá de actividades de transferencia de conocimiento?
Paula trae a colación el ejemplo de “los desaparecidos”. En un evento reciente en el cual participó, le preguntaban qué hacer que un texto de historia que denomina a este grupo sea inclusivo. Ella apunta cómo cada situación de enunciación es diferente y se pregunta si cambiar esta manera de nombrar al colectivo (los desaparecidos), que ha ganado un reconocimiento social, por una forma inclusiva puede afectar la manera en que se percibe a dicho grupo.
Sofía habla de cómo algunos grupos hablan de “30 400”, para agregar a les desaparecides de la comunidad LGTBIQ u otras identidades segregadas. Según las compañeras, más allá de la denominación que se utilice, se trata de un debate controversial por la complejidad del fenómeno de desapariciones.
Paula añade que el tipo de torturas de quienes desaparecieron por cuestiones políticas y estas identidades señaladas por Sofía fueron diferentes. Paula se pregunta cómo no investigar para nosotrxs mismxs, cómo abrir el diálogo. Sofía amplía con la pregunta sobre cómo socializar la información que estamos creando y cómo llevar el tema a más gente.
Norma vuelve al tema de los desaparecidos en masculino. Se pregunta si todo es discusión y esta se aplica también al movimiento ni una menos: se pregunta si esto también se pone en debate y si se discutirá si utilizar une o unx o qué irá a pasar. Ya hay debates dentro del feminismo.
En esta línea, Mariana trae el tema de la dificultad que existe siempre para tomar decisiones cuando se trabaja con la lengua, como en la labor de traducción/interpretación, que es su caso. Silvia pone el ejemplo de la corrección de estilo también y las decisiones que se deben tomar al llevarla a cabo; en particular, nos cuenta cómo en la revisión de textos sobre niñez y adolescencia utilizar una alternativa inclusiva como “persona” hace evidente otro problema: el adultocentrismo de la sociedad en la que vivimos.
Se pregunta: ¿cómo trabajar desde la incomodidad que nos plantea la existencia de sujetxs? Para Mariana, en la interpretación, la pregunta es “¿a quién le estamos hablando?, ¿a quién queremos incomodar?”. Sofía añade “¿a quiénes queremos incomodar y quiénes queremos que se sientan cómodxs?”. Esta última intervención fue apoyada por el grupo.
En este sentido, Ernesto afirma que a todxs nos ha tocado que incomodar. Por su parte, Paula añade que depende del público con que hablemos. Para Brayan en algún punto tenemos que ser incisivos en el acto verbal.
Presentes. Sofía de Mauro. Ernesto Cuba. Brayan Montaña. Verónica Viera. Paula Salerno. Lara Solórzano Damasceno. Cecilia Manzione. Norma Loto. Mariana Fávila. Félix González. Silvia Rivera Alfaro.
Autorxs
Silvia es estudiante del doctorado en Latin American, Iberian and Latino Cultures en The Graduate Center (CUNY). Cursó el certificado en Interactive Technology and Pedagogy en la misma institución. Tiene una Maestría en Lingüística y un Bachillerato en Filología Española, ambos por la Universidad de Costa Rica. También se dedica a la narrativa visual y la ilustración.
1 comentario en «Sesión 10. Cien años de discutir la feminización del español: leyendo a Moneva y Puyol»
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